Tiempo de Pascua, reencontrarnos con una fuerza que no es de este mundo

Tiempo de Pascua, reencontrarnos con una fuerza que no es de este mundo

Es la fuerza que desprenden aquellas personas que, desde nuestra lógica y desde nuestro bienestar “asegurado”, deberían vivir derrotadas, sin proyecto, arrodilladas ante una realidad que no duda en hacerlas caer de nuevo cuando parecía que podrían levantarse. También todas aquellas otras personas que las acompañan día tras día, con la sensación de estar luchando contra un gigante, pero sin dejar de buscar alguna grieta por donde alimentar la vida.

Es una fuerza que explica aquello que con nuestros esquemas es inexplicable: ¿Cómo aguantan? ¿Qué les hace vivir? ¿Por qué no se dan por vencidas? ¿Cómo se sostienen en medio de tanto dolor?… Una fuerza que nos hace abrir los ojos y escuchar, que nos interroga, que nos toca el corazón y que nos cuestiona vitalmente. Es una fuerza que viene de nosotros pero que va más allá.

Es la fuerza de la mujer que sufría hemorragias y que consiguió abrirse paso entre la multitud para tocar la orla del manto de Jesús (Lucas 8, 40-48). Es la fuerza del ciego que gritaba al margen del camino cuando todo el mundo le mandaba callar (Marcos 10, 46-52). Es la fuerza de las mujeres que se fueron del sepulcro para anunciar a los discípulos que habían visto a Jesús (Mateo 28, 8-15). También debía ser la fuerza que los otros reconocían en el mismo Jesús, los que le seguían y los que lo mataron.

Esta es la fuerza de la resurrección, la que puede transformar nuestra vida y darle la vuelta a nuestro mundo, la que nos puede ayudar a convertirnos en personas más libres, más fuertes y más humanas, personas que trabajan por la justicia.
Esa fuerza es un tesoro que hay que cuidar en un tiempo y un momento donde es habitual sentirnos débiles, con la necesidad de encerrarnos en un pequeño espacio vital para proteger nuestro bienestar en este mundo hostil, atados a dinámicas que nos someten, a ritmos marcados por otros y que condicionan nuestra vida (personal, institucional, comunitaria y también de Iglesia).

El tiempo de Pascua que vivimos ahora, puede ser un tiempo de reencontrarnos (individual y colectivamente) con la fuerza de la resurrección. Quizás la encontremos escondida en nuestro interior, sin saber porque ni como hemos ido cargando sobre ella todo aquello que nos impide sentirla: discursos de impotencia, relatos conformistas, la aceptación de un sistema injusto como si no hubiese alternativa posible, el miedo a exponer nuestra vida confortable…  Quizás descubramos qué o quien (y con que interés) nos aleja de ella. Quizás la encontremos necesitada de cuidado y atención, esperándonos, deseando tomar cuerpo, coger fuerzas y salir de nosotros.

Si así fuese, si nos reencontrásemos con nuestra fuerza y otros con la suya, podríamos curarnos y curar, podríamos transformar este mundo, abrir puertas, romper muros, levantar puentes… llegar a ser verdadera humanidad.

pascua
                                                                                           
                                                                                                                 @mcdelafuente

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